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2008-12-04
The Twelve of Roma (ABC Cultural)

Cuando algún asunto artístico traspasa la rigurosa frontera de la sección «cultura» y se le dedica una mayor atención a nivel mediático suele ser debido a razones de tipo económico (el alto precio alcanzado por una obra), político (cuestionamiento de determinados patrocinios institucionales) o penal (el robo de una pieza emblemática o la práctica que se reputa como escandalosa de la que haya podido hacer gala algún artista). El caso de la cúpula que Miquel Barceló ha realizado para la sede ginebrina de la ONU, parte de cuyo pago parece haber salido del Fondo de Ayuda al Desarrollo, constituye sin duda la «noticia artística» del momento. Políticos, tertulianos de toda laya y columnistas denuncian, airados, su inconveniencia (las razones son eminentemente económicas, según se dice, y, obviamente, políticas), desestimando, de paso, sus presumibles valores estéticos, cuya existencia o bien ni siquiera se plantea (¿a quién puede interesar esa bagatela?) o bien se denigra sin contemplaciones (con argumentos que nunca pasan de la simple y llana descalificación, abundando en el uso de analogías que promueven el escarnio y la burla).

Sin noticias. En tales circunstancias, habría que considerar como agravio comparativo la escasa o nula atención que merecen, por parte de los medios de comunicación, los frutos que vienen dando otras iniciativas o programas encaminados a promocionar la creación artística en nuestro país, alguna de las cuales, como es el caso de las becas que tienen lugar en la Real Academia de España en Roma, depende asimismo del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. Por esta institución más que centenaria han pasado numerosas generaciones de artistas, entre pintores, escultores, arquitectos, grabadores, músicos, fotógrafos? cumpliendo un importante papel en el desarrollo y dinamización de las artes en nuestro país. Como es tradicional, un año más, la Real Academia de San Fernando muestra una selección de los trabajos de los becarios correspondientes al periodo 2007/8; exposición que, en este caso, ha sido articulada por Fernando Castro Flórez, proponiéndonos un recorrido sintético, claro y estimulante a través de las diferentes disciplinas que comprende.

Antes de entrar a las salas de la Calcografía, se hace una presentación un tanto cinematográfica de los becarios (semejante a la de esas películas en las que se muestra a los integrantes del reparto con una imagen de cada uno) e inmediatamente nos encontramos con tres propuestas de carácter arquitectónico, debidas a Luis Javier Aguilar, Federico Wulff Barreiro y José María Sánchez. Las tres parten del estudio de soluciones urbanísticas y constructivas del pasado (en las que la arquitectura de la Roma clásica se halla muy presente, como no es de extrañar) y coinciden asimismo en sus planteamientos dialécticos, ya que están encaminadas a una hipotética aplicación efectiva. Más allá del interés de cada una en sí, merece la pena señalar la idoneidad del formato elegido para presentar estos proyectos, compuestos básicamente por documentación -gráfica y audiovisual- y maquetas.

De naturaleza bien distinta es la aproximación a lo monumental que plantea Rosa Casado, quien ha convertido nada menos que el Panteón y el Coliseo en sendos postres de gelatina; souvenirs comestibles que se proponen como signos para la reescritura de nuestra relación con el legado histórico; legado que se materializa, en forma de ornamento arquitectónico sobre el propio cuerpo, en la imagen de Fran Herbello. Para Cristina Pascual, las particularidades morfológicas del ya mencionado Panteón le han servido de modelo para la composición musical.

Buenos momentos creativos. También hallamos ecos romanos en la obra de Germán Gómez (incomprensiblemente sin iluminar), a quien una escultura del Papa León XIII ha servido como soporte para perseverar en su habitual pesquisa acerca de la construcción icónica de la identidad; un trabajo sorprendente que pone de relieve el buen momento creativo en el que se encuentra este artista. Lo mismo cabe afirmar con respecto de Juan Francisco Casas, de quien destacaré los dos dibujos de grandes dimensiones, realizados con el encomiable virtuosismo que le caracteriza. Bien distinto, aunque no menos interesante, resulta el grafismo elemental y sintético de Moisés Mahiques, cuyo estilo enunciativo sirve muy bien a su propósito descontextualizador.

Otros modelos de extrañamiento son los que ofrecen las fotografías de Marta Lage de la Rosa -unas instantáneas del entorno romano al borde de su desaparición visual- y la proyección de Ángel Núñez, donde, alternando dos registros de sonido, nos enfrenta a lo sumamente vulnerable que es nuestra percepción. Por último, de menor interés expositivo resulta la propuesta de Guadalupe Grande, quien debería haber escogido otro formato más adecuado a su obra literaria.




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